martes, 8 de febrero de 2011

El rico y Lazaro Lucas 16 Entre el cielo y el infierno

En este estudio me interesa destacar el trabajo del narrador y la posición de Lucas en la relaciones enre personas pobres y ricas.

Entre el cielo y el infierno. Lucas 16.
Guido Mahecha
    Al estudiar el presente pasaje queremos ir destacando algunas de las   características del evangelio.

El aparato textual de GNT solo da una variante que agrega  la palabra “pedazos de comida”, dado que son solo apuntes pasaremos a presentar algunas ideas generales sobre el texto.

El pasaje no tiene paralelos en los otros evangelios y puede que haya algunas alusiones a situaciones que se daban antes, o por lo menos contemporáneas, al escritor de este evangelio. El hecho de hacer una marcada diferencia, entre la situación del rico y la del pobre, nos lleva a pensar en la tradición lucana: opuesta a la riqueza. La frase del versículo 27, donde el rico pide que Abraham envíe a Lázaro para que anuncie el terrible castigo de las personas que colocan su confianza en la riqueza (12:13ss), puede tener relación, de nombre y situación, con Juan 11, y aun con la resurrección de Jesús. Lucas usa algunas tradiciones muy importantes a las cuales solamente el tuvo acceso por ejemplo: las parábolas de lo perdido, los relatos de la infancia y el pasaje que estamos estudiando.

Sociológicamente, podríamos hacer un análisis de la situación de pobreza y riqueza, en Palestina, del siglo primero y, también, de la situación de muchas personas en nuestro tiempo. Podríamos pensar que Lucas nos está mostrando un enfrentamiento claro entre riqueza y pobreza (método dialéctico), donde el Señor favorece al pobre por el solo hecho de ser pobre (muchas veces es el énfasis) y por sufrir; y que el rico va para el infierno, por ser rico y por no haber visto al pobre debajo de su mesa, dándole mas importancia a los perros que a los seres humanos. La pobreza y las llagas no fueron suficientes para llamar la atención del rico.

Desde el punto de vista literario nos encontramos con un conflicto, pues el pasaje no cabe dentro de la forma de parábola, por cuanto no tiene comparación con la realidad. La primera parte muestra claramente una situación real: el rico, que usa y abusa de los recursos económicos, y, el pobre, que sufre aun para comer las sobras del rico. Inmediatamente entran una serie de elementos de la cosmovisión hebrea, en cuanto al cielo como el seno de Abraham y el infierno como el Hades. La teología farisaica está clara en afirmar que los ángeles llevan a las personas al cielo, aunque es bien probable que la iglesia primitiva y, específicamente, Lucas aceptase un trabajo particular sobre los ángeles.

Al analizar la narrativa, nos encontramos con una serie de elementos que exigen consideración y discusión. Por ejemplo, una descripción particular del cielo y del infierno, que tienen características, simbólicas y culturales, especiales para las personas judías, requiere del uso de categorías e ideas que puedan ayudarnos a la comprensión de dicha narrativa. Sugerimos el uso de las categorías Alice Bach Women, seduction, and betrayal in Biblical Narrative. Cambrige: University Presss, 1997, (Chapter 2). Dentro de la misma problemática, otros autores, nos mencionan algunos detalles que el narrador usa para darle mayor veracidad a su historia.[1]

Generalmente se usa el aspecto del espacio y el tiempo para situar a los personajes, ya que ello da mayor credibilidad; también se procura categorizar a las personas, dándoles una identidad que los pueda distinguir y situar dentro de una escala social. Hasta donde le es posible, al narrador, nos presenta a las personas con carne y hueso. El aspecto de tercero referido, se usa con frecuencia para tener la autoridad del tercero y alejar toda sospecha de manipulación de la información. Schokel afirma, al hablar sobre objetividad, que: “Así, en el campo intelectual el lector debe controlar todo prejuicio, en el campo volitivo y emotivo toda parcialidad y en el campo de la fantasía toda anticipación. Estos tres elementos (prejuicio, parcialidad y anticipación) deben ser abolidos, porque el lector ha de llegar a la pura objetividad.”[2] Este concepto, que es el defendido por algunas de las escuelas de interpretación europeas y norteamericanas, deja fuera el estudio y el análisis tanto del lector como del autor. El autor ve que hay un problema con la pretendida neutralidad pues ello deshumaniza los textos.

La gran diferencia, entre el autor y nosotros, es que él muestra que los textos se presentan neutros, distantes y muy importantes o sin importancia. Nosotros creemos que los lectores e interpretes son quienes aceptan la pretendida neutralidad y distanciamiento del narrador, cuando ello le conviene dentro de un marco ideológico.

El primero y más importante aspecto es desenmascarar al narrador, esto es posible al contender con él y darle parte activa en la narración a través de: verlo en los caracteres y dejándonos llevar de la mano de su plan organizado que llega a una conclusión. El segundo aspecto es ver y reconstruir esos caracteres, teniendo en cuenta que todo esta planeado cuidadosamente para llevarnos a una conclusión.

Trataremos de ver al narrador como una persona con planes concretos y usando los recursos narrativos para llevarlos a cabo. Desde esta perspectiva, primero buscaremos los recursos materiales o físicos; segundo, vamos a buscar los aspectos morales que se muestran como válidos dentro de la narración, sean ellos como acciones directas de los personajes o en frases indirectas del narrador; tercero, veremos las opiniones de narrador.

2.2     Recursos materiales y físicos usados por el narrador

La narración comienza como lo hacen todos los cuentos, “había una vez”, lo que hace que la historia se desligue del tiempo y el espacio. El lugar y el tiempo son indefinidos. Un hombre rico que no tiene nombre –para el narrador lo que importa es mostrar que es rico, independientemente de su nombre–. El narrador usa los recursos físicos para comenzar a guiar la mente del lector: está vestido de “púrpura y lino fino”, que es el tipo de ropa de las personas que no trabajan en el campo y que, además,  tienen sirvientes para que les hagan es trabajo sucio y limpien sus ropas. El narrador sabe, exactamente, como viste el rico y conoce el tipo de banquetes que da: con “esplendor”, dejando abierta la imaginación, para que se piense sobre el tipo de banquete. El rico tiene casa –y grande–, mientras que Lázaro vive en la puerta del rico.

Frente al rico, el narrador, nos presenta la historia de un mendigo que tiene nombre: El narrador conoce los pormenores del rico, pero no quiere recordar el nombre; además, conoce los pormenores del pobre y quiere recordar su nombre o, por lo menos, le da nombre para hacerlo persona. El pobre se encuentra en condición opuesta a la del rico: está a la puerta y debajo de la mesa –o la mesa está cerca de la puerta–; no está cubierto de ropas finas sino de llagas. El espléndido banquete del rico se vuelve migajas de comida que caen de la mesa, donde se manifiesta una lucha, entre el mendigo y los perros, para poder comer.

El narrador nos da todas las señales para que, como lectores, hagamos un juicio y podamos claramente tomar la línea de pensamiento que él desea: Las ropas, la comida y la supuesta compañía a la mesa –invitados o cortesanos/as y los perros–. Lo externo de los personajes es usado, por el narrador, para trasmitir sus pensamientos y preferencias.

2.3    Aspectos morales del narrador

En el versículo 22 el narrador usa su omnipotencia, haciendo morir al rico y al pobre al mismo tiempo, como elemento válido, para llevar a las personas lectoras a las conclusiones que él desea. Sabe con certeza que el mendigo fue llevado por ángeles al seno de Abraham y que el rico fue enterrado por seres humanos o familiares. Los ángeles no tienen nada que ver con la muerte de los ricos y, mucho menos, con los que no tuvieron tiempo para ver y conocer a quienes morían de hambre y de enfermedades debajo de su mesa o al lado de su casa, recibiendo menos atenciones que los perros. (¿No siente usted lo mismo que nosotros?).

En el versículo 23, el narrador usa su omnipresencia para estar presente en el Hades y en el seno de Abraham al mismo tiempo. Su poder oculto es tan grande que puede oír la conversación entre Abraham y el rico. Sabe que el rico está en tormentos y clarifica que la agonía es consecuencia de las llamas y que una gota de agua puede mejorar las condiciones del rico.

Lázaro fue solo una figura en el episodio terrestre y, posteriormente, no tiene nada que decir o hacer en el episodio del cielo. El narrador da un giro en la historia, el fuego y el sufrimiento hacen que sus valores cambian, ahora “ve” a Lázaro, sabe su nombre y lo reconoce(v. 24), se considera hijo de Abraham, o sea que él cree que es un judío cumplidor de la ley y las normas de su pueblo. Apela a la misericordia mostrando sus llagas “las llamas y la agonía”.

El narrador pone en boca de Abraham una serie de conceptos teológicos interesantes: hay una separación entre el seno de Abraham y el Hades, la cual no permite que se pueda pasar de un lado para el otro; pero, al mismo tiempo, están tan cerca que se pueden ver las personas y reconocerse. El rico acepta que, su condición, es producto de sus propias decisiones y, ahora, esta preocupado por su familia, y desea implorar, no por él, sino por ella.

2.4    Conceptos del narrador en sus personajes.
·          El que recibe bienes, en la tierra, recibirá males en la vida que viene después de la muerte y quien recibe males, en la tierra, va a recibir el gozo en la vida eterna.
·          Los asuntos que no son resueltos en vida son imposibles de resolver después de la muerte.
·          La ley y los profetas tienen respuesta para controlar el afán desmedido de riqueza y la poca preocupación por las personas que viven alrededor.
·          El narrador sabe ya que el problema de incredulidad no se resuelve con personas resucitadas.

2.5    Conclusiones

Podemos hacer algunas conclusiones sobre el papel del narrador: es una persona con gran capacidad de creación o adaptación literaria para comunicar un mensaje; tiene una profunda aversión al sistema donde las personas ricas puede derrochar mientras que otras sufren y no tienen ni lo básico para vivir; puede estar explicando que los judíos no escuchan a Moisés y a los profetas, ni tampoco escuchan al resucitado y sus discípulos. Hay dos barreras: la riqueza y el no aceptar la ley y el mensaje del resucitado, lo que da como consecuencia el sufrir en las llamas. Lucas es el más occidental de los evangelistas. De su cultura griega y de su profesión mantuvo uno elemento de claridad en la exposición de las verdades en forma escrita. Lucas fue gentil y escribía con facilidad y eficiencia el griego. A Lucas le gusta  hacer resúmenes que ayudan a entender su mensaje (Hechos. 2:42; 6:7).

Como historiador procuro acompañar la historia bíblica con la historia secular (Lc. 1-2). Sus referencias sobre Palestina y sus datos cronológicos tienen poca precisión. Una primera lectura, del evangelio, causará una sorpresa grata, en quienes lo leen, por la manera como Lucas presenta el cuidado y cariño de Jesús por los pobres, por las mujeres y por la niñez.[3] Lucas también muestra su interés por la historia y la desarrolla en el libro de los Hechos, donde muestra sus conceptos sobre la Iglesia y, además, el sueño de construir una Iglesia unidad y pura.

El griego, de Lucas, es el  mejor del Nuevo Testamento: el autor tiene la capacidad de escribir en el griego clásico durante la introducción del Evangelio y, después, continuar con el griego similar al griego de la LXX, incluyendo semitismos. En los dos libros usa un vocabulario amplio: 2055 palabras diferentes en el evangelio y 2036 en el libro de los Hechos. Le gusta el uso de los verbos compuestos aunque, como buen escritor, puede escribir también en forma sencilla.




[1] Pessoa, Diana. Introducao a analisis semiótica.   Y Luis A. Schokel y José M. Bravo Apuntes de Hermenéutica. Madrid: Editorail Trotta., 1994.
[2]  Schokel y Bravo  Apuntes… p. 31
[3] Charpentier, op. cit., p. 109.

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